Siguen los despidos de enfermeros de Capital Federal
Luego de la segunda ola de Covid 19 y el “relajamiento” de los cuidados por parte de las autoridades del gobierno municipal, ha comenzado una serie de despidos encubiertos en varios hospitales públicos: 200 despidos en el Pirovano, 35 en el Ramos Mejía, en la Casa Cuna (todos el sector se Neonatología) y también 65 en el Durand, Lagleize, Rivadavia e IREP.
El personal de salud afectado es de alta especialización y muy difícil de reemplazar. Muchas de las enfermeras atravesaron las pandemias con sobrecarga laboral, falta de elementos de higiene y de barreras universales, guantes, pilotines, anteojos protectores, y hasta lo mínimo como jabón, toallas de papel y alcohol.
Las autoridades presentan la situación como si se tratara de renuncias o abandono de tareas por parte de los trabajadores. Esto es falso: son los burócratas de Larreta los que empujan a las enfermeras a una situación límite. Ocultan que las condiciones de trabajo y laborales son las peores de la historia de la salud pública en la Capital Federal, no se paga salubridad, tareas riesgosas, horas extras, y no se reconoce la actividad ni el profesionalismo y se las registra como “administrativas”.
Tampoco se les reconoce un sindicato propio ni un Colegio de Enfermeros de la Ciudad como tienen los médicos, por ejemplo. Los salarios no llegan a la mitad de la canasta familiar del Indec y muchos emigran al sector privado, donde a veces tampoco mejoran su situación.
En el propio sincericidio de las autoridades y gerentes de personal del gobierno de la ciudad, argumentan que no quieren una salud bien paga y con personal competente porque haría desbordar la atención y “la gente” recurriría en cualquier momento y por cualquier cosa al hospital público.
Hay que detallar que los presupuestos en salud son también los más bajos, el que se votó antes de la pandemia, sin su debida planificación, y también, el posterior que no tiene en cuenta la efectivización de los contratados.
Internamente la política oculta de Larreta es vaciar el hospital público, llevarlo a su descalificación e inoperancia, y privatizarlo.
Pero todo el mundo puede ver el pantano en que se encuentra la salud privada con la inflación y otras cuestiones. La Unión Argentina de Salud, la UAS, que engloba al sector privado, prepagas y prestadores sanitarios están buscando un rescate para cubrir el 140% de aumento de los medicamentos de terapia intensiva, salarios, seguridad, donde están pidiendo ayuda al gobierno nacional y la suspensión de pagos de los aportes patronales.
Un dato importante es que estas prestadoras ya le están cobrando la ambulancia a sus pacientes, y cuando no pueden pagarla, piden la ambulancia municipal.
Esta situación ha llegado al estado de reemplazar enfermeros profesionales por auxiliares sin supervisión en las actividades cotidianas, en la carga de más de diez pacientes por sala, en las falta de posibilidades de seguir estudiando, y muchos coaccionados por los mal llamados “módulos”, que no reconocen las horas extras, mucho menos a los feriantes y las horas nocturnas, que además de ser manejados en forma arbitraria no se reconoce en el básico, tampoco se considera para la mejor jubilación.
Una salida posible son las seis horas para enfermería y su reconocimiento como actividad profesional. El reparto y la creación de un cuarto turno permitirían incorporar a muchos enfermeros desocupados y terminar con la falta de nombramientos. Mientras esta discusión se lleve adelante por asambleas y comisiones de salud, tendrá un posible rumbo para asegurar la estabilidad laboral y condiciones salubres.
Hay que desmentir el argumento de la burocracia sindical, que quiere enfrentar a los trabajadores estables con los contratados y los “feriantes”, con respecto a coordinar las seis horas y un buen sueldo.
También con el pago de horas extras si es necesario, pero en blanco y no en negro como sucede actualmente con los módulos y los contratos laborales precarios.
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